lunes, 16 de enero de 2012

Sont des mots qui vont très bien ensemble.

Hoy no me siento bien. Parece que me hayan inyectado el espíritu melancólico de esta canción en vena. No me apetece pensar, ni dormir, ni sentir, nada. No ha sido un día malo; simplemente necesito, necesito de verdad cantar esta canción hasta quedarme afónica como si fuese un pobre perro enamorado, mientras la luz de la pantalla de mi ordenador quema las lágrimas en mis ojos.
Hoy no "creo", hoy no soy artista. Fin. Me limitaré a citarme a mí misma mientras escucho "Michelle, ma belle" hasta la demencia, hasta mezclar español con inglés, francés e incluso italiano...

De cómo domar tortugas
salvajes del Himalaya

Fíjate, fíjate; esos zapatitos azules le hacen un poquito más alta, pero poco más. Es decir, es muuuy bajita. Encantador.
Y fíjate en los guantecitos que cubren sus manos. Esas manitas no podrían coger más peso que el del pequeño bolso de mano que lleva, en el que no puede caber más que una barra de labios sonrosada como aquella con la que ha dado color a los suyos.
Date cuenta del encanto que posee cada lunar blanco de su falda negra. Y esa chaquetita torera. Lástima que lo más bello de su cuerpo sean su melena dorada y sus pecas.
Sí, en fin, su nariz le afea mucho. Es un poco así como inexplicable: no podía decirse que es chata, ni aguileña, ni respingona. Es como todo esto a la vez más un poco de... fealdad, ya sabes.
En fin, con todo y con esto, a él le parece bonita. Su boquita de piñón le sonríe cuando se da cuenta de que le está mirando fijamente, y sus ojos grises desprenden un destello plateado cuando desvía la mirada, las mejillas sonrosadas.
Ay. Qué bonita es.
La contempla comer palomitas, sorber refresco de su pajita y esperar, apoyada en una barandilla, a que comience el espectáculo. Desea a horrores correr hacia ella, cogerla de la cintura, levantar en el aire su cuerpecito y llevársela. Pero no puede...
Bueno, puede que pueda, pero no debe...
Puede que deba hacerlo, pero el caso es que le da miedo y esa clase de cosas ridículas que les ocurre a los enamorados. Así que sólo la mira, ya que ése es un caprichito que puede consentirse.
¡AU!
Mira hacia el dedo dolorido y ve que una de las tortugas le ha mordido. Estúpidas tortugas salvajes del Himalaya. Sacude la mano para quitársela y la lanza así de nuevo al terrario.
Menudo terrario, todo hay que decirlo. Tiene palmeritas, rocas donde tomar el sol, arena calentita y una charca. Adoraría ser una tortuga sin cerebro y poder retozar todo el día. Pero ya ves.
El espectáculo va a empezar, y Burton le grita que se coloque. Él no le hace caso porque está mirando a la chica pequeñita, pero Burton tira de su pelo y le grita de nuevo hasta que obedece y camina hasta el escenario.
– Vamos a empezar, así que levanta tu prostituto culo y muévete.
Burton; menudo idiota. Le cae mal desde el primer día, y el roce no ha hecho el cariño. No, en absoluto; cada día le odia más. No le malinterpreten, aunque Burton sea un verdadero capullo, él es bueno, y no le desea nada malo. Pero hay momentos en que…
Entonces suena el redoble de tambor y oye la potente voz del presentador. No soporta cómo ésta hace retumbar todo ni como alarga las palabras.
– ¡Señoras yyyy señoreeees! ¡No se muevan de susasientos porque aquí está el inigualable, el único e inconfundible CHIMPYYYYYYY EL MONOO DOMADOOOOOOR!
Y dale, ¡que no es un mono! ¡Es un malditochimpancé!, ¿tan difícil es de aprender? Además, “Chimpy”, ese estúpido nombreque le han puesto – porque en realidad, en su país le llamaban Casimiro –,queda mejor con “chimpancé” que con “mono”, ni pajolera idea de espectáculos
tenía el hombre.
Un empujón y sale al escenario. Un chasquido de su fusta y las tortugas salvajes del Himalaya empiezan a hacer, aunque a regañadientes, sus impresionantes saltos. En realidad, adoran fardar, pero les gusta aún más hacerse de rogar y hacer que parezca que no les importa la
admiración del público.
En cuestión de minutos que se le hacen eternos, tiene al público en el bolsillo, pero sólo puede mirarle a ella. Sonríe desde la primera fila, su nariz arrugándose de una manera que cualquier otro habría descrito como “horrorosa”, pero no Casimiro “Chimpy”; a él le parece encantadora.
Así que toma la decisión, después de esa misma actuación, cuando le ve caminando junto a su camerino por la minúscula ventana; sale corriendo, le coge entre sus brazos y echa a correr. Tan pequeñita que resulta fácil de llevar, incluso para un chimpancé como “Chimpy”. Llega corriendo a la cima del montecillo tras el que está situado el circo y la deposita en el suelo con toda la delicadeza que merece. Ella se coloca la melena dorada en su sitio y sonríe.
Y así es como comienza la historia de amor más hermosa de la historia. ¿Qué pasará? ¿Tendrán hijos mutantes? ¿Se cansará ella alguna vez de recoger los pelos de la alfombra…? O, aún más intrigante todavía…¿tendrán alfombra?
Todo lo que puede adelantarles una servidora es que lo suyo es amor del verdadero, y que serán felices para siempre, juntos.
Verán, esque cuando me aburro, escribo.

lunes, 2 de enero de 2012

El Imaginario

Hay una persona allí, pero la música es lo único vivo de la habitación. Esa persona está respirando, su corazón late, sus ojos parpadean, pero parece que no tenga vida. Una taza de café reposa en una mesita a su lado, pero hace mucho tiempo que las volutas de humo dejaron de bailar sobre ella. El reloj suena - tic, tac, tic, tac -, pero es un sonido tan muerto y repetitivo que aquella persona ya ni lo nota. En la pared, junto al reloj, unas cortinas descorridas muestran una ventana, tras la cual se halla un hermoso paisaje. Hay un tocadiscos en un rincón, y su música suena, suave y lenta, una guitarra y una voz rota dando vida al lugar.




El señor Cellophane lleva ya mucho tiempo allí, pero no sabría decir cuanto. No hace nada, no se mueve, no come, no duerme. Simplemente, espera, en silencio, espera a que las horas pasen, como si esperase que, en cuando todas ellas hayan terminado, algo maravilloso fuese a suceder. Y así lo espera, porque el señor Cellophane, con su café frío y su reloj, su ventana de hermosas vistas y su tocadiscos, espera a la muerte.
Hace ya tiempo que perdió las ganas de vivir, pero, de nuevo, ignora cuánto. Todo cuanto era bello en su vida se ha consumido, todo cuanto ha querido se ha marchado como cenizas en el viento. Él mismo no es más que ceniza, un fantasma en el olvido, un recuerdo que desapareció con el tiempo en la mente de otra persona.
Hace mucho tiempo que se siente solo. Hace mucho que se dio cuenta de que no es nadie, de que es invisible. De que es el señor Cellophane de la canción: podrían mirar hacia él, caminar a su lado, pero no darse cuenta de que está ahí. Y saber eso le consume.
El reloj marca las ocho y la estancia se llena de una luz anaranjada. Ya es la hora; el señor Cellophane cierra sus ojos y se sumerge en su imaginario.





El imaginario del señor Cellophane es un lugar maravilloso. Es la razón que tiene él para vivir, cuando se sumerge en él siente la sangre corriendo por sus venas de nuevo. Es un lugar tremendamente extraño y cambiante; a veces es un bosque, lleno de extraños árboles y criaturas; a veces es un desierto, un océano bajo el que puede respirar, una estepa... nada tiene sentido allí, pero, curiosamente, para él todo es mucho más lógico que en la vida real.
Comienza a llover en el Imaginario, y es una lluvia maravillosa, fresca y suave. El señor Cellophane extiende los brazos y baila, da vueltas sobre sí mismo, alza la cabeza y respira hondo, dejando que las gotas de lluvia le empapen el rostro...

Y entonces algo le interrumpe...