lunes, 2 de enero de 2012

El Imaginario

Hay una persona allí, pero la música es lo único vivo de la habitación. Esa persona está respirando, su corazón late, sus ojos parpadean, pero parece que no tenga vida. Una taza de café reposa en una mesita a su lado, pero hace mucho tiempo que las volutas de humo dejaron de bailar sobre ella. El reloj suena - tic, tac, tic, tac -, pero es un sonido tan muerto y repetitivo que aquella persona ya ni lo nota. En la pared, junto al reloj, unas cortinas descorridas muestran una ventana, tras la cual se halla un hermoso paisaje. Hay un tocadiscos en un rincón, y su música suena, suave y lenta, una guitarra y una voz rota dando vida al lugar.




El señor Cellophane lleva ya mucho tiempo allí, pero no sabría decir cuanto. No hace nada, no se mueve, no come, no duerme. Simplemente, espera, en silencio, espera a que las horas pasen, como si esperase que, en cuando todas ellas hayan terminado, algo maravilloso fuese a suceder. Y así lo espera, porque el señor Cellophane, con su café frío y su reloj, su ventana de hermosas vistas y su tocadiscos, espera a la muerte.
Hace ya tiempo que perdió las ganas de vivir, pero, de nuevo, ignora cuánto. Todo cuanto era bello en su vida se ha consumido, todo cuanto ha querido se ha marchado como cenizas en el viento. Él mismo no es más que ceniza, un fantasma en el olvido, un recuerdo que desapareció con el tiempo en la mente de otra persona.
Hace mucho tiempo que se siente solo. Hace mucho que se dio cuenta de que no es nadie, de que es invisible. De que es el señor Cellophane de la canción: podrían mirar hacia él, caminar a su lado, pero no darse cuenta de que está ahí. Y saber eso le consume.
El reloj marca las ocho y la estancia se llena de una luz anaranjada. Ya es la hora; el señor Cellophane cierra sus ojos y se sumerge en su imaginario.





El imaginario del señor Cellophane es un lugar maravilloso. Es la razón que tiene él para vivir, cuando se sumerge en él siente la sangre corriendo por sus venas de nuevo. Es un lugar tremendamente extraño y cambiante; a veces es un bosque, lleno de extraños árboles y criaturas; a veces es un desierto, un océano bajo el que puede respirar, una estepa... nada tiene sentido allí, pero, curiosamente, para él todo es mucho más lógico que en la vida real.
Comienza a llover en el Imaginario, y es una lluvia maravillosa, fresca y suave. El señor Cellophane extiende los brazos y baila, da vueltas sobre sí mismo, alza la cabeza y respira hondo, dejando que las gotas de lluvia le empapen el rostro...

Y entonces algo le interrumpe...

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